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EL MIOPE CURIOSO: Tick, tick...BOOM! - Palabra Libre - Editorial
EL MIOPE CURIOSO: Tick, tick…BOOM!

EL MIOPE CURIOSO: Tick, tick…BOOM!

Nota del editor

Por: Santiago Díaz Benavides

Por estos días, todo el mundo habla acerca de la película de Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. Don’t Look Up se ha convertido en la cinta de moda, no sólo en Colombia. Por ahí se asoma también The Power of the Dog, el proyecto más reciente en el que ha participado el talentoso Benedict Cumberbatch, a quien, quizá sin planearlo, le quita protagonismo un muchacho flaquito que la rompe toda con su tremendo cinismo en la pantalla. Aparece, por supuesto, después de haber obtenido premios en la edición más reciente de los Globos de Oro. Es una película lenta, nada comercial, con una trama muy bien construida y un final inesperado. Parece un thriller, pero no lo es, más allá de ciertos elementos que consiguen que quien está viendo la película no quiera hacer otra cosa distinta y que todo el tiempo nos estemos preguntando por lo que va a venir después. Por ahí se habla también de la película basada en el libro La niña perdida, de Elena Ferrante, y se dice que Maggie Gyllenhall lo hace muy bien en su primera experiencia como directora. Se asoma la nueva temporada de Attack on Titan con todo su sequito de seguidores y fieles creyentes. Hay mucho de qué hablar, a decir verdad, pero los reflectores parecen haberse olvidado, al menos momentáneamente, de Andrew Garfield, y no lo digo por su aparición (¡alerta spoiler!) en la más reciente entrega, que está tremenda, de Spider-Man. Garfield deja la piel en Tick, Tick… Boom! Qué actuación, de verdad. Quizá el hecho de que no se le esté prestando tanta atención es porque se trata de un musical, y eso qué, hace un par de años La la land dio de qué hablar hasta el cansancio, lo cierto es que hay mucho público que no considera atractivo este género. Bueno, les parecerá atractivo, seguro, después de verlo a Garfield en el papel de Jonathan Larson.

Cuando Lin-Manuel Miranda, el director, tuvo en sus manos el guión escrito por Steven Levenson, que a su vez se basaba en una obra semiautobiográfica del mismo Larson, supo que lo que vendría sería por completo difícil, no solo desde lo actoral, también desde el montaje. Fiel a su filosofía de trabajo, decidió hacerse de lo necesario para triunfar, una vez más, con las herramientas que le brinda el musical como género teatral y cinematográfico. Garfield como protagonista ni siquiera se le pasó por la cabeza. Hubo audiciones y todo, pero al verlo al actor sintió que este se conectaba mucho más y de forma genuina con el personaje. ¿La razón? Larson habla de las pérdidas y fracasos personales en su obra, a Garfield le tocó enfrentar recientemente una de la que, aún hoy, no ha logrado librarse. Su madre murió y con ella parte de su mundo voló. La cosa es que Garfield se lo toma personal y la excusa perfecta que encuentra para soltar todo eso que tiene adentro es interpretar, de la manera más feroz, el personaje agotado de todo que es Jonathan Larson. Basta ver las líneas en que reflexiona acerca del sentido de todo, de si debe hacer caso a su corazón o a su cabeza, al sentido común. Y fíjense en algo, la voz de Garfield es buenísima. En verdad te pone a cantar, pero lo importante no es tanto eso, el hombre te estremece. 

Tikck, tick, BOOM!

Jonathan Larson fue, probablemente, una de las figuras más destacadas, y revolucionarias, del teatro musical en Estados Unidos. Le bastaron dos obras para desencajarlo todo. Es probable que su muerte, tan temprana, haya tenido que ver con el éxito de su trabajo. Contrario a otros artistas, la muerte de Larson no fue épica o misteriosa. Todo se debió a un aneurisma de aorta. El hombre llega a su casa, luego de ofrecer una entrevista sobre Rent a un periodista de The New York Times, y cansado como se sentía decide prepararse un té, si lo bebió o no es un misterio, el caso es que muere en ese momento. Era el 25 de enero de 1996. Tenía 35 años.

Andrew Garfield lo trae a la vida una vez más con una actuación que es, de verdad, impecable. Hace que conectemos con sus frustraciones, sus preocupaciones y lamentos; nos permite ver su talento, sus anhelos y la forma como contempla sus días. Ante la pantalla, gracias a eso tan personalísimo que logra Garfield con los diálogos, todos somos Jonathan Larson. Estamos estancados, atrapados dentro de nosotros mismos, queriendo ser los mejores, evitando el miedo, o refugiándonos debajo de él. Coraje y fiereza, eso es lo que demuestra esta interpretación de Garfield que es, de lejos, uno de los actores más camaleónicos del cine americano contemporáneo. Además, y esto ayuda un poco, es buen tipo. 

¿No han visto aún la película? Está en Netflix, y no pierde segundo. No solo es buena por la actuación de Garfield, sino por todo lo que está detrás. La música, el arte, los escenarios, la fotografía, en fin. Quizás no los deje pensando tanto como Don’t Look Up o tan descolocados como The Power of the Dog, pero seguro los hace levantarse de su silla, luego de secarse algunas lágrimas, y aplaudir, simplemente aplaudir.

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