Queremos que sepas algo de lo que nos dimos cuenta hace poco los que trabajamos en Palabra Libre: estábamos almorzando en Medellín con Catalina Martínez (que es la responsable de que existamos como editorial), y empezamos a llenarla de preguntas sobre el origen de este proyecto especialmente. Catalina invadida de una alegría que se le desbordaba con cada anécdota nos contó todas las cosas que ha hecho desde el 2008, que fue cuando esta vaina se empezó a consolidar, mientras nosotros le insistíamos en que queríamos saber, más allá de todo eso, la razón de nuestra existencia (así de trascendentales somos, jajaja), y no de su fundación en temas legales y contractuales, y ahí fue cuando sucedió este diálogo:

Equipo Palabra Libre: Ven, Cata, entonces claro, Palabra Libre se empezó a gestar porque tú querías hacer una editorial para la gente que habla en español y vive en Estados Unidos y eso te supuso un montón de investigación y de trámites, pero, ¿cuál es el primer recuerdo que tienes de Palabra Libre? ¿Cuándo dijiste: “ah, voy a crear una editorial”?

Catalina: Bueno, eso es muy bonito… resulta que Armando —se refería a Armando Caicedo, su esposo escritor y periodista—, envío una novela a una de las grandes editoriales hispanas, se la aceptaron con la condición de cambiar algunas cosas, y pues él por un lado estaba contento porque se la habían aceptado, imagínense, y por el otro lado no estaba dispuesto, o mejor, no estaba muy convencido de querer hacer esos cambios porque esos cambios alteraba de algún modo la esencia de la historia, así que estuvo dándole muchas vueltas a eso, a si debía o no publicar ahí, hasta que un día le dije: No, mmm, yo voy a crear una editorial y arrancamos con ese libro tuyo. Y ahí empezó a andar todo.

Equipo Palabra Libre: Ay, qué hermoso, entonces en realidad Palabra Libre es un acto de amor. 

Catalina: Saben que sí —nos dijo con los ojos hechos dos espejos de agua—. Nunca lo había pensado, y tienen razón: somos un acto de amor.