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Volver a El hijo del curandero de José María Valle-Torralbo
Volver a El hijo del curandero

Volver a El hijo del curandero

“Me llamo Salvador Nkó, y sin que ello haga ocasión a desprecio ni menoscabo, bien se me alcanza que en el propio nombre se aprietan mis culpas y mis dos almas. Nací en una aldea africana no lejos de la marca del ecuador, a poniente del río Ntem, en el interior de la región llamada costa de Calabar. Para mi desgracia, sin tener enteros los trece años, fui capturado, acarreado por mar y vendido como esclavo bozal y muleque, en la ciudad de Cartagena de Indias. A voluntades ajenas me vi sujeto y pues que fue necesario hacer de ellas la mía propia, puedo en verdad decir que en todo tuve la templanza por compañera. A mi amo, el caballero don Álvaro de Liñán, debo el encargo de mi cristianización, y a los padres jesuitas el conocer la lengua española, así como los fundamentos de la doctrina cristiana (…)”.

Así empieza El hijo del curandero (2019), la novela escrita por el periodista español José María Valle-Torralbo. En este libro se narra la historia de Salvador Nkó, quien es raptado, aun siendo un niño, en la costa occidental africana y vendido como esclavo a traficantes portugueses. Él es quien nos cuenta su historia, a manera de diario, y nos transporta a la Cartagena de Indias del siglo XVI, lugar al que arriba, luego de mucho andar, para servir allí a los padres jesuitas, quienes le enseñarán a dominar la lengua española y cultivarán en él la sapiencia necesaria para desenvolverse con soltura en la vida. Luego aprenderá el oficio de escribano junto a don Álvaro de Liñán, el caballero que le permite adoptar otra postura ante lo que será su nuevo andar en el mundo. Será bautizado y ungido en las creencias de los buenos cristianos.

A lo largo de los años, Salvador comprenderá cuán distinto era su mundo a este en el que ha sido depositado. Recordará su infancia, lo que alcanzó a aprender de su tribu, las enseñanzas de su padre sobre el sagrado oficio del curandero, los sonidos de la selva, y los encuentros con Bindám, su eterno amor. Se aferrará a la nostalgia que le produce aquello que tuvo que abandonar a la fuerza y reflexionará en repetidas ocasiones acerca de su recorrido, la forma como abandonó su tierra siendo un niño y la rememora, años después, convertido en un hombre anciano.

Salvador vuelve, entonces, al año 1605 para contarnos sobre aquel mundo que le era totalmente extraño y en donde dejó de ser dueño de su vida. En Cartagena de Indias aprende a hablar como los blancos y es educado en las costumbres cristianas. Es bautizado e inicia un camino de aprendizajes, dolor, aventuras, desamor y tragedia. Se debate, así, entre dos vidas: La que dejó atrás, en África, y la nueva, donde conoce un mundo que lo acerca al Dios de los cristianos y a los conocimientos que le provee la educación occidental.

Todo empieza en la aldea de los Calabar, con Nkó siendo un niño. En este sitio, los días pasan en medio de los sonidos de los animales y la inclemencia de la selva. Es aquí en donde nuestro personaje aprenderá de su padre, Esono Mitogo, el hechicero de la tribu, los secretos de las plantas y su uso para beneficio de las gentes. Nkó se descubrirá a sí mismo y entenderá que ser curandero implica  una escucha atenta a los susurros de los dioses y una comprensión de la tierra, más allá de lo que es fácil contemplar. Se trata, en últimas, de conectarse con el suelo que pisa. Y en este, justamente, nuestro personaje encontrará al amor de su vida: Bindám. Perdidamente enamorado, Nkó aguarda ansioso el momento para solicitar a su padre que la pida como su esposa. Él, siendo tan joven, ya sabe que ella es la mujer con la que quiere pasar el resto de su vida. Y son los sueños, precisamente, los que harán que se mantenga altivo, aún después de que todo se derrumbe.

Un día, después de las fuertes lluvias, los hombres blancos llegan a la aldea y arrasan con todo. A quienes no asesinan, los toman como rehenes. Esono Mitogo es asesinado ante los ojos de su hijo y su cabeza, erigida desde la punta de una lanza, es enseñada como trofeo. Veinte hombres y mujeres son capturados. Bindám y Nkó entre ellos. Para su suerte, son los únicos que consiguen mejores tratos que los demás. Nkó, por sus conocimientos, y Bindám, por su belleza.

Los dos jóvenes parten rumbo a tierras extrañas, sin ningún conocimiento de lo que les depara. Luego de ser vendidos a traficantes portugueses, se ven en la necesidad de acoplarse a las demandas de sus nuevos dueños. O trabajas y eres bueno en algo, o te enfermas en las bodegas del barco. Nkó trabaja de la mano del maese Teixeira, el médico de la tripulación, y junto a él aprende nuevas formas de curar los males. Se aprovecha de sus habilidades y la reputación que gana para lograr que Bindám sea tratada justamente y se mantenga como su ayudante, lo más cerca posible.

Después de casi un mes y medio a bordo de la embarcación, al fin tocan puerto. Cartagena de Indias es el nombre de aquel lugar en donde su vida habrá de echar a andar. Bindám es comprada por el alférez Marcos Acosta y separada de Nkó, quien entiende que su suerte será distinta. Él es comprado por un escribano, don Álvaro de Liñán, quien lo presta al padre Simón Tejada para que trabaje con él, aprenda la lengua y se haga de buenas maneras. Es así como inicia el largo periplo del esclavo, quien será bautizado como Salvador, debido a su fama de curandero y sanador, hasta el momento en que han pasado los años y decide sentarse a escribir, con el ánimo de recordarse a sí mismo el recorrido de sus días, aquellos en los que conociera a Samuel Nkili y las primeras palabras del castellano; o cuando decidiera ayudar a Esteban Nsué para que se fugara, junto a otros negros esclavos, hacia tierras de indios salvajes, y hacer la vida de cimarrones, para después ser acusado de brujo y hereje, y apresado injustamente; o cuando, en compañía de los blancos, emprendiera la dura empresa de ir en busca de los tesoros de los Omeguas y en plena selva se vieran atacados por los indios y sus flechas envenenadas.

Puertos, iglesias, plazas, caminos cubiertos de maleza, asentamientos cimarrones, casonas, navíos, cuevas y playas, son algunos de los escenarios que a lo largo de la historia se disponen para recorrer, junto al narrador, aquellos espacios en los que su destino vio con fortuna la posibilidad de caminar. La historia de Salvador Nkó, el hijo del curandero, pareciera estar pensada no tanto para ser narrada sino vista. En cada página, el lector puede hacerse una imagen clara de las situaciones, escuchar los sonidos, oler los aromas y sentir, casi en carne propia, la brisa del mar y el paso de los años. Lo cierto es que uno no quiere leer este libro, sino verlo, y eso ya es decir mucho.

Esta es una novela que sorprenderá a más de un lector por su profunda humanidad. Una historia acerca de la sutileza de la vida, de las pequeñas cosas que pasan desapercibidas, narrada a través de las palabras de un esclavo africano que recorre medio mundo y jamás pierde vista la tierra que lo vio nacer.

Por: Santiago Díaz Benavides

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